Arcos y cuerdas para Cuchi Leguizamón. Por Mauro Apicella
El romance entre la voz de Lorena Astudillo y las canciones de Gustavo «Cuchi» Leguizamón comenzó hace casi dos décadas. Astudillo grabó Lorena canta al Cuchi. Así de simple y como pidiendo permiso. Ese permiso que podía pedir una joven porteña para meterse en las melodías de un salteño que era toda una celebridad.
El álbum se publicó en 1999. Dos años después, decía a LA NACION: «Creo que después de muchos años el Cuchi va a ser de todos. Antes de grabar el disco me fui a Salta y anduve por todos lados, por la casa de Castilla, por la panadería de Riera… porque lo necesitaba para cantar esas canciones. Y lo primero que me dijo un remisero fue: «Leguizamón es patrimonio cultural salteño»».
Es cierto que Cuchi y su obra hoy son patrimonios nacionales, no sólo de una provincia. En ese momento, Astudillo también decía: «Su obra me permitió resumir un punto de partida para mi primer disco, primero en un sentido respetuoso y luego amoroso. Yo tengo influencias de la música urbana y hasta me sentí culpable por hacer ese trabajo. Pero sentí que en las estructuras de su obra también estaba eso. Y lo considero un maestro, aunque sólo lo pude ver un día, durante una siesta, en el 99, cuando ya estaba muy enfermo».
El 19 de diciembre de 2016, Lorena entró a los Estudios Ion con muchas de las canciones que había grabado en aquel primer CD dedicado a la obra de Leguizamón. Estaban «El silbador», «Lavanderas de Río Chico», «La arenosa», «Zamba del laurel», entre otras que no había grabado en aquel CD, como «Balderrama», «Juan del Monte», «Coplas del Tata Dios», «El Avenido», «La pomeña» y la «Zamba del pañuelo». Es decir: un cancionero donde estuvieran muy bien representados tanto el Cuchi que escribió letras y músicas como el que musicalizó a grandes creadores y amigos (Manuel Castilla, Tejada Gómez y Perecito).
Astudillo volvió a Ion al día siguiente y al otro, hasta completar, el 22 de ese mes, la grabación de El Cuchi de cámara, una relectura de la obra del salteño con un grupo de guitarra, contrabajo, piano y percusión más un cuarteto de cuerdas, arreglados y dirigido por el chelista Patricio Villarejo.
Lo que se escucha es una Astudillo vocalmente más madura y, al mismo tiempo, tan respetuosa y apasionada como la que grabó aquel primer disco, que traía todas sus dudas y un floreciente talento.
El Cuchi de cámara es lo que esas canciones le dicen a Astudillo a 18 años del primer encuentro, además de una versión que hace dialogar la tan interesante composición del creador salteño con un grupo de arcos, más habitué de los repertorios de la música clásica.
Además de lucir la belleza de las melodías y las armonías del compositor con la interpretación de la cantante y los músicos, El Cuchi de cámara no tiene la pretensión de contextualizar la obra en un marco que nunca tuvo. Difícilmente se puedan recorrer los circuitos de la clásica con este proyecto. Pero la ventaja de contar con salas de buena acústica permite desarrollar este paseo tan agradable como folklórico. Si bien hay un detallado trabajo, especialmente al servicio de la cuerda, el folklore del Cuchi no se desdibuja. Excepto por variantes no tan logradas, como la de la «Chacarera del expediente», se manifiesta con todas sus cualidades, tanto en diálogos (el de chelo y la voz en las «Coplas para Tata Dios») como en el trabajo grupal. El Cuchi de cámara es otro gran acierto de Lorena Astudillo.
Fuente: LaNación.com.ar