Grabaciones
Por Mauro Apicella | LA NACION
Bellas voces, bien acompañadas
Según el chiste que hace un cómico stand up en uno de sus espectáculos, el ser humano no crece, se deforma. Todo chiste esconde algo de verdad; el ser humano se deforma, pero también crece. Y su voz es reflejo de todo eso. Lo bueno es prestarle atención al crecimiento, para apreciarlo y disfrutarlo. Hay varias cantoras, como Lorena Astudillo, Daniela Horovitz y Florencia Bernales, que nos sirven de ejemplo con sus recientes lanzamientos.
Cuando Lorena Astudillo se metió en el folklore, hace ya unos cuantos años, encontró su voz allí, especialmente al trepar los riscos de la música de Gustavo Leguizamón. Grabó varios discos hasta llegar al flamante Un mar de flores, donde da un paso más en su tarea. Excepto por un par de temas (una zamba de Néstor Soria y Juan Falú y una canción de Eduardo Martí y Luis Alberto Spinetta) el repertorio fue compuesto por ella. Lo interesante, además de no haberle restado cuidado al canto -a veces sucede con algunos músicos que desatienden la voz cuando se dedican a escribir canciones- fue que buena parte de lo compuesto por Lorena está en plena sintonía con lo que ella venía ofreciendo como intérprete. No hay un cambio abrupto ni estético ni de contenido. Hay, sin duda, una fluidez que vale la pena destacar. Seguramente se puede encontrar una generosa cantidad de influencias – «Zamba para mis hermanos» tiene una melodía que refiere a la música de Cuchi Leguizamón-. Sin embargo, no hay emulaciones. De esa fina mixtura que hace Lorena con todo lo musical que la ha rodeado en las últimas décadas salió un muy bello disco de música folklórica. Además, está perfectamente armonizada por el grupo de músicos que grabaron con ella.
También escribió candombes, tangos y algunas canciones, que reservó para el final del disco y que mejor habrían quedado en otro CD. Quizás en uno próximo. Valen por el intento compositivo, aunque no están al mismo nivel que las de impronta folklórica, ni en la misma sintonía. Con menos tracks (son 15) habría quedado un disco realmente redondo.
Daniela Horovitz es otra cantante que apuesta a su propia composición y se rodea de músicos de primera línea para grabar sus álbumes. Después del espléndido Y de amor no supe nada volvió al disco con Desmesura y una fórmula ya probada y efectiva: el trabajo en sociedad con el músico Alan Plachta, como productor musical. Daniela puede ser gratamente inesperada en sus ocurrencias. El desgarro del primer tema, el juego de eñes del segundo, la metáfora que se vuelve frase literal en una mujer «cardona» hecha de espinas, o el viento que sopla de muchas formas. ¿Habrá querido hacer un disco que entre por la piel? Quién sabe, porque un par de tracks después cambia el registro auditivo de quien escucha con una canción en portugués y una construcción musical popular contemporánea. Aquí todo pasa por el oído. Por momentos, Desmesura parece más un disco de fragmentos, situaciones y sensaciones que de canciones convencionales de estrofas y estribillos. No tiene el enfoque ni la nitidez de su trabajo anterior, sin embargo, muestra nuevas aristas, incluso en las canciones escritas por un par de colegas.
En el nuevo CD de Florencia Bernales, Por la huella, Juan Falú escribió una reseña. En los últimos párrafos habla de «esa sobriedad gardeliana que deja al desnudo el arte de la canción, y que lamentablemente suele menospreciarse por los inútiles intentos de substituir sobriedad por histeria». No será necesario sumar demasiado al comentario de Falú. Sólo agregar que Bernales grabó un disco criollo, que tiene ciertas referencias conceptuales a su título, que apenas está acompañada por guitarras y un piano y que lo interpreta magníficamente. La cantora entrega viejas piezas de una forma totalmente fresca y actual. Un bellísimo disco, con un exquisito acompañamiento, que presentará el próximo miércoles, en Café Vinilo.
Hay más para seguir echando un vistazo. Porque a pesar de los malos augurios para el CD, las bateas siguen siendo un territorio tan fértil como vasto. Se pueden encontrar otros estrenos, como los de Cecilia Bernasconi (Fulgor), con doce temas propios; Marina Quiroga (Taciturna), abocada al repertorio del songbook norteamericano de standards en su idioma original y totalmente por fuera de los formatos convencionales; Luciana Yuri (En desmesura), que atraviesa épocas y estilos, y la spinetteana y rioplatense Silvia Aramayo (Puentes).
Fuente: La Nación