Lorena Astudillo conmueve con un disco profundo y al mismo tiempo luminoso, compuesto por una docena de obras propias que describen cómo atravesar el dolor, cómo reconstituirse sin negar la pérdida y cómo afirmarse para no ser barridos por el torbellino. La intérprete que alcanzó un sello de distinción para sus creaciones le canta a la quietud que a veces debe imponerse, pero también a la necesidad de acción y quizás ese juego de opuestos que se complementan sea una de las tramas que sostiene la placa. La canción que da título al trabajo es Crisálida (un aire de huayno), ese estado de calma aparente que encierra la transformación o que tiene, como dice la propia autora, «una potencia y un dramatismo increíbles».
A la coherencia que en el mejor de los casos llegan los artistas que graban en el disco sus canciones, acá se agrega un aspecto fundamental: Astudillo –quien ya había registrado casi todos temas propios en Un Mar de Flores- es desde el comienzo cantante. Todo aquel que escuche cualquiera de los tracks verá que es un plus determinante. Lorena grabó con una banda exquisita compuesta por Constanza Meinero en piano y la mayoría de los arreglos, Sebastián Castro en guitarra, Lucas Homer en contrabajo y Gaspar Tytelman en percusión. Los ritmos utilizados no son sólo del folklore argentino, sino también del latinoamericano. En algunos casos hay cierta conexión con el trabajo que la artista y psicóloga grabó junto al uruguayo Daniel Maza (Solo los Dos, 2011).
Crisálida empieza con el candombe Resiliente, sobre el impacto del dolor y la capacidad de seguir adelante con amor y música. Al internarse en cuestiones profundas el muy logrado tema de arranque no elige la oscuridad en la música, algo que sí hace Llueve, una milonga con toques flamencos y una guitarra imperdible de nuevo sobre un proceso de duelo. El folklore de la región se luce con el joropo Canta, Baila, Sueña y Anda que discute con las imposiciones a chicas y chicos y se enciende con la posibilidad de dejarlos ser.
Recién en el cuarto tema aparece una zamba y ese encuentro con un género nacional resulta muy gratificante. El tema se llama El Hilo Infinito y habla de manera original de los lazos de amistad, esos que no sofocan ni naufragan con la distancia. A continuación surge un título con destino de hit, La Tiburona, una cumbia colombiana con un inicio a capella que combina actitudes personales de la letrista –el movimiento permanente- con un mensaje feminista mucho más sutil de lo que se suele escuchar. Otra milonga sobre un amor que no tiene posibilidad de continuar (Duela) y la canción Adonde Va el Agua se recuestan en metáforas y símbolos de elementos de la naturaleza. Mariposa de Seda, una chacarera jazzeada rotunda pero no previsible surgida de un caso de femicidio se conecta con Como Ulises, que por estar cercana al rock ofrece otros detalles de la amplia paleta de Astudillo como vocalista.
El vals La Nada permite una aproximación a la reflexión filosófica y deja algunos versos de alto impacto («la Muerte indolente señala el destino, la Nada me ruega que invente un camino). Y Crisálida (cuyo clip se estrena mañana a las 20 en el instagram de la compositora) parece sintetizar los criterios de quietud y vibración interior que seguramente también fueron el inicio del disco. Más claro: da la impresión que Lorena debió aquietarse pero no detenerse para comenzar a sembrar el repertorio que explotó en Crisálida.
Fuente: Diario Popular – Pablo Vazquez