Chiqui Ledesma y Lorena Astudillo, referentes de la música popular
“Somos el under del folklore”
Por Leandro Filosof
Verlas alcanza para darse cuenta de que comparten una amistad. Pero también algo que no se limita a “la charla, el mate, la anécdota”, como van a asegurar dentro de un rato en un bar frente al Parque Rivadavia, sino también “una mirada parecida, o si se quiere igual sobre la música, autores, compositores y repertorio”. Es, entre otras cosas, por eso que Chiqui Ledesma y Lorena Astudillo cantan juntas este viernes 8 de mayo, a las 21, en el Primer Ciclo de Música Argentina y Latinoamericana en la Manzana de las Luces. Ciclo que los viernes de mayo y junio también va a tener la presencia de Lucrecia Longarini, Mónica Abraham y María José Mentana.
–¿De qué modo definirían esta mirada que comparten sobre la música?
Chiqui Ledesma: –Elegimos hacer esta música de raíz, esta manera de decir la vida en la canción y con esta mirada, a partir de referentes del nuevo cancionero como Mercedes Sosa, Tejada Gómez, Tito Francia, gente que subió al escenario en un momento político y se jugó la vida por decir cosas que estaban prohibidas, o autores como el Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla, poetas maravillosos que tienen que ver con algo profundo y hermoso que no sólo habla del paisaje sino también del ser humano.
Lorena Astudillo: –Tejada Gómez, lo mencionaba la Chiqui, dijo una frase que tomé y me parece que todos lo hacemos: “El arte suma y no compite”. Realmente cuando compartís con otro, sumás público, energía, la posibilidad de concretar un montón de cosas. No es la huertita de uno o de otro, el problema está en otro lado, mucho más grande, y nosotros tenemos que tener esa conciencia de lo que nos pasa como cultura e idiosincrasia: seguimos pensando que lo de afuera es mejor, que se puede pagar mejor.
–¿Hay una resistencia en el folklore?
C.L.: –Buenos Aires tiene público para todo. Hay un análisis más profundo que tiene que ver con si el folklore sigue siendo la música popular o es la cumbia y la música que más se escucha. Hay mucho público para la música de raíz folklórica pero también se cerraron muchos espacios dentro de la ciudad de Buenos Aires por las políticas culturales del actual jefe de gobierno. Ayudarían a que la gente que no tiene para pagar 100 pesos pueda acceder fácilmente al folklore. Pero a su vez han crecido las escuelas de música popular estatales donde cualquiera tiene acceso a estudiar y conocer a los autores. Antes sólo existía la EMPA (Escuela de Música Popular de Avellaneda) y ahora hay muchísimas más y en todo el país. Soy docente de la EMPA y me asombra porque vienen pibes con unas ganas de aprender, mostrar y conocer que hace que me enorgullezca profundamente de elegir esta música.
–De todos modos, hay una dificultad en lo que refiere a la masividad…
C.L.: –La nueva Ley de Medios y el Instituto Nacional de la Música van a favorecer a todos los que hacemos música argentina e independiente. Porque, por ejemplo, cada radio tiene una exigencia de pasar un 30 por ciento de música independiente. Fueron muchos años de desvalorizar todo lo que tiene que ver con lo nuestro, la dictadura, la época neoliberal, donde todos los que elegimos esto quedamos fuera del sistema, porque no convenía lo que hacíamos.
L.A.: –A veces me da que somos el underground del folklore. La conquista nuestra es uno por uno, convenciendo a la gente. Y es verdad, el uno por uno cuando escucha el lenguaje y la poesía, algo le resuena esencialmente, algo más reconfortante y eso es lo grande del folklore, donde nos hace resonar.
–¿Nunca se replantearon la elección?
C.L.: –Hice carrera clásica y Lore también. Mi maestro me preparó para el Colón y cuando llegué a la puerta me dije: “Quiero hacer zamba del Cuchi Leguizamón”. Es una elección. Cuando gané Cosquín en el ’92, la ganadora más joven en ese momento, recuerdo que un sello que era muy groso me llamó. La emoción que tenía… con 18 años recién cumplidos. Me fui con un amigo a hablar con ellos, el corazón se me salía por la boca y por los ojos. El señor director artístico lo primero que me dijo fue: “Usted es demasiado fina para cantar folklore”. Así arrancó la charla. Me ofrecieron grabar un disco de pop y obviamente le dije que no y me fui.
–Las dos tienen varios trabajos que no sólo se reducen a cantar, ¿es una elección o una necesidad?
L.A.: –Hay cuestiones económicas, por supuesto. Por un lado, si no querés negociar con tu música y repertorio, no podés vivir de cantar. Soy psicóloga, porque hice la carrera y vi que lo que me alejaba de la música me hacía infeliz. Entonces me acerqué a la música y la abracé. Después apareció la docencia y hoy es uno de los pilares vocacionales más grandes que tengo. Amo dar clase, me nutre mucho más de lo que doy. Te hace bajar toda ínfula artística, estás en función de otro que necesita de vos, no estás para que te aplaudan o feliciten.
C.L.: –Siguiendo con el maestro, hay una frase de Armando Tejada Gómez que dice: “Hay que soñar la vida para que sea cierta”. Me crié con un viejo obrero de una fábrica, una mamá ama de casa, en una familia muy comprometida desde la militancia política con el arte, en las épocas más complicadas. Me crié registrando otras cosas y al otro y siendo la música una vía de expresión, de unión. Y esto que me pasa en el ECUNHI (Espacio Cultural Nuestro Hijos de Madres de Plaza de Mayo, donde es directora artística) es un trabajo muy intenso que tiene que ver con la militancia y con lo que creo desde mi cuestión artística, con lo que yo digo sobre el escenario cuando canto. Y la docencia en la EMPA, donde los pibes no tienen que pagar y cualquiera tiene acceso, porque el arte y el deporte son inclusivos.
–¿Cómo se conjugan esos tres trabajos?
C.L.: –La música es mi eje. Estamos haciendo acciones conjuntas con la EMPA donde los pibes no sólo aportan el repertorio latinoamericano, la concepción de las letras, compromiso de los autores y belleza, sino que hacemos muestras en el ECUNHI, ese espacio de lucha de las Madres, ese espacio de horror recuperado por la vida, atravesado por el amor.
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